Cuando publiqué inicialmente la carta ya hubo quien me señaló que no pretenden ser amigos de sus hijos.
Creo que en esta carta no se
habla de ser amigos en el sentido de iguales, de colegas, sino de ver a
nuestros hijos con el mismo respeto
que se merecen nuestros amigos.
Respeto para poder escuchar sus
demandas (a veces más justificadas de lo que en principio pensamos), respeto
para entender que ellos tienen otras ideas, respeto para ver que ellos igual
tienen otras necesidades…
No se trata de darles todo lo que
nos pidan, ni ceder siempre… simplemente ver un poco las cosas desde su punto
de vista, nos haría entenderles mejor y nos debería ayudar a explicar nuestras
razones, nuestras decisiones y que ellos también comprendan por qué actuamos de
una determinada manera.
Cuando tenemos un conflicto,
deberíamos ponernos en el lugar de nuestros hijos (siempre que pudiéramos,
claro), contamos además con una ventaja importante: somos adultos, más experimentados y, por
tanto, deberíamos poder analizar las cosas con una calma y una perspectiva que
nuestros niños no tienen.
Aprovechemos esta ventaja para
acercar, explicar y conciliar posturas con nuestros niños; no para “ganar” las
peleas… No se trata de que nuestros hijos vean que nos “salimos con la nuestra”
por ser más grandes (abusones) sino porque sabemos más que ellos, razonando, explicándoles
que a veces, hay que ceder, o esperar para conseguir lo que queremos y que
incluso a veces simplemente no es posible conseguirlo.
Conclusión intentemos “convencer”
a nuestros niños, en lugar de “vencer”, desde el respeto y la comprensión de
sus necesidades y gustos.
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